Homilía del Padre Emmanuel Schwab

Miércoles de Ceniza – Año B

1era lectura: Joel 2, 12-18

Salmo: 50, 3-4, 5-6ab, 12-13, 14.17

2º lectura: 2 Corintios 5, 20 – 6, 2

Evangelio: Mateo 6,1-6.16-18

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Santa Teresa no habla mucho de la Cuaresma.

Lo menciona en una carta a su hermana Leonia (LT 175) y resumo: habla de la Cuaresma como símbolo de esta “tierra de exilio”, y de la Pascua como símbolo de la “Patria del Cielo” hacia la que caminamos. Toda esta tierra de exilio y Patria del Cielo, o más bien esta pareja tierra de exilio – Patria del Cielo, habita verdaderamente en el corazón de Teresa.

Desde muy temprano recibe como una gracia, podría decirse, la nostalgia del Cielo: desea este Cielo, este “cielo hermoso” (sic); esto es lo que ella desea en sus deseos, por ejemplo: compartir el “hermoso cielo” (Cf. LT 072 a Luis Martín). Y por mucho que Teresa ame la vida y la encuentre magnífica, esta vida, esta situación de exilio en la tierra pesa sobre ella.

Me parece interesante arrojar luz sobre el proceso de la Cuaresma con este trasfondo de exilio. Olvidamos fácilmente el Cielo. Fácilmente perdemos de vista la meta hacia la que caminamos. A veces somos como el alpinista que quiere alcanzar la cima del Everest, pero pierde de vista la cumbre y se pierde en las primeras laderas de la montaña. Hoy se trata de poner ante nuestros ojos este “hermoso Cielo”, este Reino de los Cielos, este Reino de Dios –encontramos ambas expresiones en el Evangelio– que Jesús no deja de anunciar y hacia el que nos dirigimos. Pero debemos darnos cuenta de que todavía no hemos llegado a ese punto. Y debemos aceptar el dolor de no haber llegado todavía.

No podemos desear verdaderamente algo que está por venir sin sentir la falta de ello. Si no sentimos la falta del hermoso Cielo es porque nos estamos perdiendo algo. Y podríamos decir que el tiempo de Cuaresma está ahí para hacer reaparecer esta carencia en nuestras vidas.

¡Aún no hemos llegado al final del camino!

Por supuesto, al final del camino, este Reino está enteramente presente en Jesús. Y por eso Jesús es tan central en nuestra existencia, y por eso para Teresa toda su vida es amar a Jesús y hacerle amar; y contemplar su rostro sufriente, el que carga con nuestros pecados.

Tenemos la tentación de enmascarar esta carencia, este deseo del Cielo, buscando satisfacciones a muy corto plazo en la comida, en el ocio, en el juego, en no sé qué más... La penitencia de la Cuaresma es decidir renunciar estas satisfacciones a corto plazo, para poder permitir que surja y aparezca el verdadero deseo que nos habita, que es el deseo de ver a Dios, que es el deseo de vida en plenitud, que es el deseo del Cielo. Si la penitencia cuaresmal no tiene este objetivo, entonces nos falta algo. Necesitamos profundizar en este deseo.

Lo que escuchamos en el profeta Joel, donde el Señor nos llama a regresar a él con todo nuestro corazón, es esto... Volver a Dios, desear su presencia, desear su Reino, desear vivir esta plenitud de vida que está en Dios. .

Mientras buscamos regresar a Dios, medimos cómo actúa el pecado en nuestras vidas. Y también está en esta Cuaresma dejar aparecer nuestro pecado. Déjate reconciliar con Dios, nos dice el apóstol, dejaos reconciliar para conocer desde este exilio la alegría de vivir con Dios. Y nuestro pecado no es lo que nos molesta: nuestro pecado es lo que molesta a Dios, si se me permite usar la expresión. Quiero decir que es la palabra de Dios la que puede revelarnos nuestro pecado, también puede ser la palabra de nuestros hermanos la que media la palabra de Dios. Pero nuestra subjetividad por sí sola no puede ser suficiente para revelar qué es realmente el pecado en nuestras vidas. Debemos pedirle gracia a Dios, que nos muestre nuestro pecado, que nos muestre lo que quiere reformar en nosotros, ya que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Desear el cielo, darnos cuenta de que aún no hemos llegado allí, que sólo estamos en el camino y que no estamos al final del camino, esto es lo que debe inspirarnos en actos de penitencia, de renuncia, que debemos plantearnos en esta Cuaresma. ¿Qué nos ayudará mejor a volvernos más al Señor? ¿Qué nos ayudará mejor a encontrar tiempo para meditar en la palabra de Dios, meditar en la Biblia, las Sagradas Escrituras, tomarnos el tiempo para sentarnos, para abrir nuestra Biblia? ¿Cuáles son las renuncias que nos ayudarán a estar más atentos a nuestro prójimo, a desplegar más caridad en nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, donde vivimos?

El objetivo de la Cuaresma no es cargar nuestra vida con tal o cual regla: al contrario, el objetivo es liberarnos de todo lo que nos obstaculiza y, en particular, dice la carta a los Hebreos: del pecado que tanto nos estorba. Las tres dimensiones que nos sugiere el Evangelio, la limosna, la oración y el ayuno, nos dicen

  • cómo, a través de la limosna, se trata de desplegar nuestra caridad hacia el prójimo.
  • cómo a través de la oración se trata de desplegar nuestra caridad hacia Dios, tomando más tiempo para escucharlo y dejar que él nos toque internamente en la oración, y el ayuno nos dice a qué debemos renunciar para dejar que nuestro corazón se llene de la gracia de Dios .

Entremos decididamente, hermanos y hermanas, en este hermoso tiempo de Cuaresma.

No somos nosotros quienes decidimos entrar en la Cuaresma, es Dios quien nos llama a hacerlo a través de su Iglesia. Y si Dios nos llama a vivir algo es porque quiere darnos algo.

Acojamos su gracia y ofreciémonos resueltamente, día tras día, con perseverancia para conocer verdaderamente la alegría del Cielo.

Amén