En junio de 1897, Sor Teresa del Niño Jesús habló con el Abbé Bellière. Se debate entre la llamada recibida y la realidad de lo que es: “Fue el Sagrado Corazón quien me convirtió, después de tantas necedades, cobardías – los años buenos, los que más ama Jesús, los desperdicié…” (LC 186) ).

La respuesta de Teresa abre una nueva era llena de aliento: “Doy gracias a Jesús que te miró con una mirada de amor como el joven del Evangelio en el pasado” (LT 247).

La dirección espiritual de Santa Teresa está llena de fuerza y ​​de dulzura al mismo tiempo. Injertado en la Palabra de Dios, da testimonio de los sentimientos de Jesús: Él “los miró con una mirada de amor”, aquí y ahora. Ella afirma: “Más feliz que él, respondiste fielmente al llamado del Maestro, dejaste todo para seguirlo, y eso en la edad más hermosa de la vida, a los 18 años. »

Esta decisión del joven Maurice Bellière es entera y libremente suya. Sin embargo, lo debe al mismo tiempo a la misericordia del corazón de Dios: “¡Ah! hermano mío, tú puedes cantar como yo las misericordias del Señor, ellas brillan en ti en todo su esplendor…”

La dirección espiritual de la joven sor Thérèse –tiene apenas 24 años– transporta al joven abate Bellière, de 23 años, a las orillas de la acción de gracias y del gozoso reconocimiento de la obra de Dios en él. Y Santa Teresita se refiere a Santa María Magdalena, cuyo corazón profundo siente colmado por el Amor de Jesús que todo lo puede: "Siento que su corazón ha comprendido las profundidades del amor y de la misericordia del Corazón de Jesús..."

Teresa puede tomar esta dirección y mostrar el camino de este camino de abandono porque ella misma lo ha experimentado: “¡Ah! Mi querido Hermanito, ya que me fue dado comprender también el amor del Corazón de Jesús, te confieso que ha sacado todo temor de mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla, me lleva a no apoyarme jamás en mi fuerza que es sólo debilidad, pero más aún este recuerdo me habla de misericordia y de amor. »

Teresa invita a su hermano a confiar: “¿Cómo, cuando uno arroja las propias faltas con confianza totalmente filial en el fuego devorador del Amor, cómo no podrían ser consumidas sin remedio? Ella le aconseja lo que libremente elige para sí misma: "Procuro no preocuparme más de mí misma en nada, y lo que Jesús se digna operar en mi alma lo abandono a Él, pues no tengo que escoger una vida austera para expiar mis faltas, sino las de los demás. »

Esta entrega al corazón de Jesús es misionera. Teresa intercede por la conversión de los pecadores y su propia misión, en el mismo movimiento, la acerca al corazón de Jesús.

Que este tiempo de verano anime en particular a los jóvenes a responder favorablemente a la llamada del amor del Corazón de Jesús.

Padre Olivier Ruffray, Rector del Santuario, para la edición de junio de la Reseña Teresa de Lisieux