La historia del matrimonio de Luis y Celia es una historia sencilla pero no ordinaria.
Si a Luis le gustó viajar, se debió, sin duda, al destino de su padre que, como militar, se pasó la vida de guarnición en guarnición. Celia, hija también de militar- su padre fue gendarme- no viajó prácticamente nada y, sólo cuando tenía 13 años, recorrió algunas decenas de kilómetros para ir a Alençon y volver.
Su historia es original : Cada uno por su lado quiso ser religioso pero, al no lograrlo, emprendieron una nueva vida en soledad en la ciudad tranquila y apacible de Alençon, donde se encontraron un día en el puente sobre el Sarthe y donde se casaron un mes más tarde
Hombre y mujer de fe, trabajadores, buenos educadores de sus hijos (tuvieron nueve) comprometidos en obras sociales, preocupados por dar testimonio de su fe, probados con la enfermedad de Celia, no dejan a nadie indiferente
Diez y nueve años de una felicidad real vivida como esposos y en en familia, Martín, al morir Celia, se trasladó a Lisieux donde vivirá del recuerdo de su esposa y madre añorada.
La Iglesía nos los ofrece hoy como modelos en el camino de la Santidad porque supieron « Vivir de amor » -como dice el título de una de las poesías de su hija santa Teresita- en las pruebas de la vida : Amor del uno por el otro, amor de padres a los hijos, amor que se extendió , más allá del círculo familiar, a sus obras de caridad.