Domingo 20 Abril 2025
Vigilia Pascual – Año C
Homilía del Padre Emmanuel Schwab
Lectura: Romanos 6:3b-11
Evangelio: Lucas 24,1:12-XNUMX
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Cuando uno busca en los escritos de Santa Teresa la palabra “resucitado” o la palabra “resurrección”, realmente no encuentra mucho. Del mismo modo, si hacemos una búsqueda de “sepulcro” o “tumba”… Sólo hay dos alusiones a María Magdalena inclinada hacia el sepulcro. De hecho, para Santa Teresita, la resurrección es ante todo la presencia de Jesús vivo para siempre, más fuerte que la muerte. Es la presencia constante de Jesús a su lado y ella lo expresa grandemente en expresiones como “Jesús me hizo sentir”, o en presente “Jesús me hace sentir”. O cuando lee las Escrituras, dice: “Jesús me dice” o “Jesús nos dice” y a menudo, cuando habla con Céline. Es una palabra, es la palabra de una persona viva, Jesús está ahí. Y aún cuando Jesús está allí aunque parezca no estarlo, es decir, cuando en la oración Teresa experimenta la ausencia, el vacío, por la fe ella nos asegura que Jesús está allí pero que está durmiendo y que tiene esta libertad de dormir en su casa.
El Evangelio nos muestra cómo este acontecimiento de la resurrección deja perplejos a quienes escuchan su anuncio. Las propias mujeres se muestran angustiadas ante la tumba abierta donde sólo quedan las sábanas. Es necesario el anuncio de estos dos hombres —Lucas no habla de ángeles— para recordarles las palabras del Señor, y entonces, recordando sus palabras, el acontecimiento empieza a hacerse descifrable. Pero cuando hablan a los apóstoles, se nos dice: "Esas palabras les parecieron delirantes y no las creyeron."
Sí, este acontecimiento es un acontecimiento terrible en el sentido de que transforma completamente la historia de los hombres. Si Jesús ha resucitado verdaderamente, es decir, está verdaderamente muerto y verdaderamente vivo, más fuerte que la muerte, entonces la historia humana cambia. Insisto en decir: «Está muerto y está vivo, más fuerte que la muerte», porque hoy estamos ante una tentación de inmortalidad que ya no consiste en vencer a la muerte, sino que consiste en el fondo en hacer retroceder a la muerte indefinidamente...
En la persona de Jesús resucitado, la creación ha alcanzado su plenitud, su realización.
En Jesús resucitado la muerte ha sido vencida.
En Jesús resucitado la vida prevalece para la eternidad.
Y ahora, en el bautismo, como hemos escuchado en la lectura de este pasaje del capítulo 6 de la carta a los Romanos, hemos sido unidos a la muerte del Señor. Hemos pasado ya a la muerte para que la vida del Resucitado ya corra por nuestras venas, para que la vida del Resucitado ya nos sostenga: hemos entrado ya en la eternidad.
Y así es como Pablo nos lo puede decir: “Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.” ¿Y cuándo podrá el pecado volver a apoderarse de nuestras vidas? Es cuando ya no vivimos por Dios. Cuando lo dejamos de lado: o bien lo dejamos de lado para escondernos de él, o bien lo dejamos de lado pensando que hemos adquirido suficiente sabiduría y conocimiento para hacer las cosas por nuestra cuenta. Y Santa Teresita nos llama entonces al orden diciendo: pero vosotros sabéis, vosotros sois como yo, soy muy pequeña. No soy capaz de mucho. No puedo subir la gran escalera de la santidad. Necesito a Jesús, no de vez en cuando, sino permanentemente. Y es con cada latido de mi corazón que me entrego a la misericordia de Dios. No eres más fuerte…
Somos pobres pecadores llenos de debilidad. Y si Dios nos ha dado la gracia de tener resistencia, o de tener fuerza de voluntad, o de tener una inteligencia que entiende rápidamente, o de tener conocimientos en tal o cual área, sólo podremos ejercitarlas verdaderamente reconociendo permanentemente que es una gracia, ¡que es una gracia! Y que los dones que son míos, los carismas que son míos no dependen de mí, sino de Dios. Y es acogiéndolas con gratitud, con reconocimiento, sin cesar, como podemos ejercitarlas correctamente y dejarnos conducir por el Señor, por su Pasión y por su Cruz a la gloria de su resurrección.
Bendito sea Dios, que en Jesús vino a buscarnos incluso desde la morada de los muertos.
Bendito sea Dios, que ahora nos declara el misterio de la Salvación.
Amén
Padre Emmanuel Schwab, rector del Santuario