Miércoles Marzo 5 2025

Miércoles de Ceniza – Año C

Homilía del Padre Emmanuel Schwab

1era Lectura: Joel 2,12-18

Psaume : 50,3-4,5-6ab,12-13, 4.17

2º Lectura: 2 Corintios 5,20:6 – 2:XNUMX

Evangelio: 6,1-6.16-18

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Dije al comienzo de la Misa que al entrar en la Cuaresma, nos preparamos para celebrar Pentecostés. No me equivoqué... No hablé de Pascua, hablé de Pentecostés. He hablado bien de todo este camino de Cuaresma y de Tiempo Pascual que se abre ante nosotros, porque no debemos separar estos dos tiempos.

En el corazón de este período de 96 días, celebraremos solemnemente el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, en los tres días de la Pasión, Sepultura y Resurrección del Señor. Este acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo es el acontecimiento fundamental de la obra de salvación que Dios ha realizado, y es el acontecimiento fundamental -el fundamento- de nuestra vida como bautizados. En el bautismo fuimos sumergidos en la muerte con Jesús para resucitar con él: " Ya —nos dice el apóstol Pablo, lo escucharemos nuevamente en la mañana de Pascua— "Ya has resucitado" (Col 3,1:XNUMX). Pero este misterio de la muerte y resurrección de Jesús, que tuvo lugar en un momento determinado de la historia humana, este acontecimiento que se nos concede participar mediante el bautismo, debemos vivirlo durante toda nuestra existencia terrena. Es decir, debemos morir constantemente a nosotros mismos para que Cristo pueda darnos parte en su resurrección, para que el hombre pecador pueda dar paso al hombre nuevo, a través de la conversión de nuestra existencia. Esto es lo que pediremos a Dios la víspera de Pentecostés, el sábado por la mañana, cuando oraremos así:

Dios todopoderoso, te rogamos al final de estas celebraciones pascuales para que, por tu gracia, ellas impregnen nuestras acciones y nuestras vidas.

Estas celebraciones pascuales nos dan acceso a la muerte y resurrección de Cristo: que esta muerte y resurrección de Cristo impregne nuestras acciones y nuestra vida, llegue a ser como la matriz de nuestra vida. Por eso, entramos en este tiempo de Cuaresma para hacer principalmente dos cosas: la primera nos la indicaremos el domingo en la oración. Oraremos así:

Dios todopoderoso, tú que nos invitas cada año a vivir la Cuaresma en la verdad, concédenos progresar en la comprensión del misterio de Cristo y buscar su realización a través de una vida que le corresponda.

La gracia que pedimos en esta Cuaresma es Progreso en la comprensión del misterio de Cristo, es decir, conocer mejor a Cristo Jesús, amarlo más, familiarizarnos más con su vida, con quién es él, con su modo de proceder. Por eso es sin duda un momento oportuno para reanudar la lectura continua de un Evangelio. Ya que estamos en el año en que más leemos a San Lucas, ¿por qué no tomar el Evangelio de Lucas como lectura de fondo durante esta Cuaresma, para conocer mejor a Cristo, conocerlo para amarlo mejor, amarlo mejor para seguirlo mejor?

La segunda cosa es que podemos Para lograr esto a través de una vida que se adapte a él. :En este tiempo de Cuaresma nos entrenaremos para morir a nosotros mismos. Y en el tiempo de Pascua, nos entrenamos para vivir verdaderamente la resurrección. Esta muerte a nosotros mismos llega a través de la penitencia, a través de la abnegación, a través del crecimiento de la caridad.

El Evangelio que hemos escuchado indica tres actitudes que conocemos bien: la limosna, la oración y el ayuno. El objetivo no es dar limosna. El objetivo no es orar. El objetivo no es ayunar. El objetivo es amar al prójimo, amar a Dios, renunciar a nuestro pequeño egoísmo que tanto nos estorba.

Las decisiones que podamos tomar para vivir esta Cuaresma deben tener realmente como finalidad ayudarnos a amar mejor a Jesús para seguirlo mejor, para amar mejor a nuestros hermanos. Y este es también uno de los modos de verificar que el camino de penitencia, de oración, que estamos recorriendo, es recto. Se trata de verificar que nuestra caridad concreta crece hacia nuestros hermanos.

Sobre estas tres dimensiones de limosna, oración y ayuno, quisiera recordar tres pequeñas palabras de Santa Teresita que pueden ayudarnos a vivir estas tres dimensiones.

Sobre la limosna :Thérèse cuenta que, cuando era pequeña, solía salir a pasear con su padre. Y ella dijo:

A menudo, durante estos largos paseos, nos encontrábamos con pobres y siempre era la pequeña Teresita la encargada de llevarles limosna, lo que la hacía muy feliz. (Manuscrito A 11v)

¿Qué lugar ocupa la limosna en nuestras vidas? ¿Qué lugar ocupa este compartir nuestra riqueza? Y durante esta Cuaresma, ¿cómo compartiremos con más alegría nuestros bienes con aquellos que no los tienen?

Sobre la oración :El objetivo de la oración es la unión con Dios. No se trata tanto de recitar oraciones, y Teresa habla de la oración de una manera muy hermosa. Ella dice:

Para mí la oración es un desahogo del corazón, es una sencilla mirada dirigida hacia el Cielo, es un grito de reconocimiento y de amor en medio de la prueba como en medio de la alegría; Finalmente es algo [25v°] grande, sobrenatural, que expande mi alma y me une a Jesús. (Manuscrito C 25)

Tomémonos el tiempo, cada día, para dirigirnos hacia el Señor a través de este impulso del corazón, a través de este movimiento interior que nos lleva hacia el Señor: un movimiento de amor en respuesta al amor de Dios.

Y luego sobre el ayuno o la penitencia :Teresa nos dice claramente que no le gusta la penitencia. Ella dice:

¡Penitencia, ay! Nunca he hecho ninguna, lejos de parecerme a las bellas almas que desde su infancia practicaron toda clase de mortificaciones, no sentí ninguna atracción por ellas. […]

Pero ella especifica:

Mis mortificaciones consistían en doblegar mi voluntad, siempre dispuesta a imponerse, en guardarme una palabra de respuesta, en prestar pequeños servicios sin aprovecharlos al máximo, en no inclinar la espalda cuando estaba sentada, etc., etc. (Manuscrito A Folio 68 Verso).

No se trata de hacer grandes cosas. Thérèse es consciente de que es incapaz de hacer grandes cosas. Pero lo que da valor a todo lo que hacemos es el amor con que lo hacemos. Recordamos lo que nos dice el apóstol Pablo: “Si no tengo caridad, de nada sirve lo que hago.” Si tengo fe para mover montañas, pero no tengo caridad, de nada sirve. Si doy todos mis bienes en caridad, y no tengo caridad, de nada sirve. » (1 Corintios 13,2:3-XNUMX)

Así pues, este trabajo que tenemos que hacer en este próximo tiempo de Cuaresma es realmente aprender a amar más concretamente a nuestros hermanos. Y para amar más, es necesario que renunciemos a nosotros mismos para crecer en la paciencia, para crecer en la atención a los demás, para crecer en el servicio concreto al prójimo.

Esto requiere que renunciemos a nosotros mismos. Esto requiere necesariamente un esfuerzo por nuestra parte. Podemos hacerlo por un deber agotado o podemos hacerlo por amor a Dios y a los hermanos.

Debemos pedir este amor en oración diariamente. Debemos pedirle constantemente a Dios por este amor.

Esto significa estar constantemente bajo la misericordia de Dios: dejarse amar por Dios, dejarse amar por Jesús, constantemente, para, a cambio, amar a Dios y amar a los hermanos.

Amén

Padre Emmanuel Schwab, rector del Santuario